Dicen los
sabios del toreo de todos los tiempos que torear despacio es lo más difícil;
por eso tiene mucho mérito. En Ticapampa hubo de eso y mucho más cuando Cubas
cogió la muleta y volvió a poner de acuerdo a todos. Antes, había parado el
tiempo a la verónica. Torres Jerez lo secundó y dejó sentado su poderío. Ambos
salieron por la puerta grande en una de esas tardes para el recuerdo.
(Desde
Ticapampa, Ancash, textos y fotos de Juan Medrano Ch. Especial para Perú Toros)
La
lluvia persistente había enlodado el albero, que lucía grandes charcos en tanto
los organizadores y toreros analizaban la posibilidad de suspender el festejo,
con la gente en los tendidos aguardando y resistiendo el asedio del agua, hasta
que apareció el pañuelo blanco y las cuadrillas se deslizaron a tientas por la
arena convertida en barro.
Solo
que esta vez la lluvia fue el preludio de una inolvidable tarde de toros, una
tarde de esas en que los toreros hacen realidad sus sueños de almohada, con el
toro soñado, el triunfo y la gloria aunque sea en una placita de pueblo, a
cientos de kilómetros de los suyos.
La
corrida que envió el señor Aníbal Vásquez Nacarino saltó al redondel bien
presentada, -aunque hubo de parecer más ofensiva de pitones-, tuvo clase,
nobleza pero le faltó un punto de raza; algunos toros buscaron la salida
después de varas y hubo uno, el 3° de La Viña, que descolló por sus atributos y
fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre; en fin, una corrida bonita
en el argot, a punto y de orejas para los toreros.
Pero
no para cualquier torero. Estos toros hubieron de descararse con toreros calibrados,
que no echaran mantazos ni trapazos y que tuvieran el mejor de los conceptos
del temple. Y allí estuvieron dos buenos gallos para descifrarlos. Cubas con el
extraordinario viñatero que saltó 3°,-el 1° no tuvo importancia por la escasa
raza que traía-; al que cuajó de capote sujetándolo con arte y por verónicas de
aquellas parando el tiempo que inmortalizara el gran Curro Puya en la
época dorada del toreo.
Tras
brindar a Aníbal hijo, el trasteo de Juan Carlos fue profundo, pausado,
relajado y con duende, sobre ambas manos, primero en largo y luego atracándose
en cercanías, que es donde mejor se siente el huancaíno. La nobleza y recorrido
del buen pupilo le permitieron un par de redondos por detrás que el público
jaleó.
Tras
la vuelta triunfal de Cubas, Torres Jerez estaba picado. El peruano había
toreado tan despacio que era difícil asomarse a ese balcón. A su primero lo
había pinchado y su última carta, otro viñero, salió con arrestos humillando
tal pegándose dos costalazos que le mermaron los ánimos. El piquero pasó muy
breve, el toro avizoraba fondo y sobretodo mucha clase, aunque el entablerarse
era otra posibilidad para el buen morito. Entonces el almeriense lo atacó
echándole la muleta en los belfos, el toro metió la cabeza y brotaron series de
derechazos de magnífico trazo. También hubieron redondos de hinojos y kikirikís
con sabor. La faena fue larga pero de peso y aquilatada por el público.
Ficha.
Domingo, día 13 de octubre. Corrida de Toros. Tarde nublada y lluviosa. Plaza
llena.
Juan
Carlos Cubas (Verde y oro) Pinchazo y estocada entera sin puntilla, oreja.
Pinchazo y estocada en la yema sin puntilla, dos orejas.
Torres
Jerez (Palo rosa y oro) Pinchazo y estocada delantera y desprendida,
descabellos, silencio. Estocada caída, dos orejas.
Paseíllo en tarde lluviosa en Ticapampa. |
Juan Carlos Cubas. |
Toreando así, no se puede quedar fuera de las grandes citas... |
Francisco Torres Jerez. |
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